Ambientada en 1983, Red Bloom es un leñador que vive alejado del mundo junto al amor de su vida, Mandy. Un día, mientras da un paseo abstraída en sus cosas, Mandy se cruza sin saberlo con el líder de una secta que no tardará en desarrollar una enfermiza obsesión por ella. Decidido a poseerla a cualquier precio, él y su grupo de secuaces invocan a una banda de motoristas venidos del infierno que la raptan y, en el proceso, hacen añicos la vida de su pareja. Decidido a vengarse y equipado con toda clase de artilugios, Red pone en marcha una matanza que deja cuerpos, sangre y vísceras allá por donde pasa.
Paradójicamente, hablar sobre Mandy focalizando en Nicolas Cage sería tan correcto como injusto. Es verdad que, en cierta manera, estamos ante un one man show, un espectáculo diseñado para dar carta blanca al histrionismo y la locura de Nic, pero todo ello no podría ser posible sin la intervención visionaria del director Panos Cosmatos.
Cosmatos (hijo del también director George P. Cosmatos, autor de obras tan estimables como Tombstone, Rambo II o Cobra) es el responsable de esta singular, por no decir desconcertante, película que deambula entre el cine experimental y de género con gran facilidad (será por esto que el realizador italo-canadiense obtuvo el premio a la mejor dirección en el pasado Festival de Sitges). Del mismo modo, la cinta está repleta de referencias visuales a los grandes iconos del cine de terror ochentero como ese Red, motosierra en mano, con el rostro bañado de sangre y los ojos saliendo de sus órbitas que remite al emblemático Ash de la saga Evil Dead o el look de los motoristas infernales que también nos retrotrae a los sádicos cenobitas de Hellraiser.
Llegados a este punto, solamente puedo animaros a que le deis una oportunidad aprovechando que este Viernes 9 se estrena en los cines españoles. Es de esas películas que hay que ver para creer.
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